El plástico afecta las bacterias que nos ayudan a respirar

Un estudio concluye que el plástico es nocivo para la bacteria responsable de producir el 10% del oxígeno que respiramos.

Cada vez que cogemos aire tenemos una probabilidad altísima de inspirar alguna molécula que ya respiró Cleopatra. El oxígeno que alimentaba la última reina de Egipto, como el que respira cualquier humano actualmente, proviene en proporciones similares de las plantas terrestres y el fitoplancton acuático. De entre todo el conjunto de seres vivos que producen oxígeno y, por tanto, permiten la vida en la Tierra, hay uno que tiene un papel especialmente destacado. Se trata de una bacteria que, como las algas microscópicas de mares y océanos, hace la fotosíntesis. Se denomina Prochlorococcus y es responsable de producir el 10% del oxígeno de la atmósfera. Vive en el mar, con una población estimada de mil billones de billones de individuos -un uno y 27 ceros- y, según un estudio reciente, es sensible a la contaminación que provoca el plástico.

Las moléculas que libera el plástico
Se estima que los residuos de plástico provocan anualmente un daño económico de 13 millones de dólares a los ecosistemas marinos. Los estudios que se han hecho hasta ahora se han centrado en analizar los efectos de la ingestión de plástico y el entortolligament en animales macroscópicos como, sobre todo, peces, tortugas y cetáceos. Un equipo científico de la Universidad de Mcquarie, en Australia, ha estudiado por primera vez cómo afecta el plástico a bacterias productoras de oxígeno.

Como es evidente, una bacteria no puede ingerir pedazos de plástico ni quedar enroscado con la red que mantiene juntas las latas de refrescos. Pero la mayoría de plásticos contienen aditivos que se añaden en el proceso de fabricación para evitar la degradación del objeto final. Cuando una bolsa de supermercado flota a la deriva, estos compuestos la abandonan paulatinamente hasta el punto de que ya se han detectado en aguas de todo el mundo en concentraciones que llegan a los microgramos por litro de agua.

Algunos estudios indican que estos compuestos son tóxicos para animales como las pulgas de agua, los embriones de mejillón y otros integrantes del zooplancton. Este nuevo estudio, publicado en la revista Communications Biology del grupo Nature, ha encontrado que también lo son para la bacteria Prochlorococcus.

Una conclusión de laboratorio
Para llegar hasta aquí, los científicos utilizaron bolsas de supermercado hechas de polietileno de alta densidad (HPDE) y esteras para secarse los zapatos, de cloruro de polivinilo (PVC), dos tipos de plástico utilizados para fabricar, también, ropa , tuberías, envases y tapones de botella, entre muchos otros objetos de uso cotidiano. Estos objetos se dejaron en agua de mar artificial y, al cabo de un tiempo, se introdujeron las bacterias. Al cabo de 48 horas ya se empezaron a observar diferencias entre las bacterias que se habían inoculado en las muestras de agua con plástico y los que eran en agua limpia.

La primera diferencia observada fue en el crecimiento. Las poblaciones de bacterias que convivían con los residuos del plástico habían crecido menos que las otras. También se observó rápidamente un descenso en la actividad fotosintética, es decir, en la absorción de dióxido de carbono y la producción de oxígeno. Otro efecto observado fue el cambio en el funcionamiento de algunos genes de las bacterias, lo que ha permitido a los científicos deducir que los compuestos procedentes de los plásticos vierten estos seres diminutos en una situación de estrés.

Aunque se trata de resultados obtenidos en una situación de laboratorio muy controlada, la conclusión de que el plástico tiene efectos nocivos sobre uno de los principales productores de oxígeno del planeta tiene un interés evidente. Más aún cuando el problema de este residuo no tiene una solución inmediata. De hecho, se calcula que a lo largo de la próxima década los vertidos de plásticos en el mar todavía pueden aumentarán hasta 10 veces.

Según Esther Garcés, investigadora del Instituto de Ciencias del Mar (ICM-CSIC), «extrapolar los resultados de laboratorio al medio natural es delicado, pero este estudio es interesante porque permite conocer la respuesta de estas bacterias en un caso extremo» .

Otra investigadora del ICM, Cristina Romera, es autora de un trabajo publicado en 2018 en la revista Nature Communications, que concluyó que estos compuestos favorecían el crecimiento de otras bacterias que no producen oxígeno. De todos modos, según la investigadora, «los resultados sobre el Prochlorococcus indican que el plástico podría afectar negativamente la producción de oxígeno en los océanos«. «Esto es lo que tenemos que comprobar ahora, directamente al mar«, explican los autores del estudio en un comunicado.