Según muchos historiadores de la ciencia, los datos obtenidos en el eclipse no son concluyentes.
Esta historia tiene una parte conocida. A principios del siglo XX Einstein construyó una teoría para explicar la gravedad que, a diferencia de la de Newton, proponía un mecanismo para la atracción: un cuerpo cualquiera curva el espacio, lo que afecta el movimiento de otros cuerpos. Esto implica que la luz se desvía cuando pasa cerca de un gran astro como el Sol.
El mismo Einstein propuso un experimento para comprobarlo: comparar las posiciones de estrellas cercanas al Sol durante un eclipse con las posiciones de las mismas estrellas cuando el Sol se ha alejado. Si las posiciones no coinciden, significa que la luz se ha desviado al circular cerca del astro.
La semana pasada se cumplieron 100 años de un eclipse que hizo posible este experimento. Lideradas por el astrónomo británico Arthur Eddington, dos expediciones viajaron hasta Sobral, en Brasil, y en la isla africana de Príncipe, dos lugares donde el eclipse era total. Los resultados, presentados en noviembre de 1919, confirmaron la predicción de Einstein. Su «triunfo» sobre Newton apareció en las portadas de los diarios de todo el mundo y Einstein se convirtió en un icono mundial.
La historia menos conocida
Esta historia también tiene una parte no tan conocida. A Príncipe, los astrónomos toparon con un temporal tras otro y tuvieron que inventarse impermeables para proteger los telescopios. La agresividad de los mosquitos les hacía trabajar tips de quinina y envueltos con mosquiteras para prevenir la malaria. Por si fuera poco, grupos de monos barajaban los telescopios y los desajustes durante la noche hasta el punto que los tuvieron que ahuyentar a tiros.
El día del eclipse se registraron 16 fotografías. Sólo en dos, sin embargo, y borrosas, se veían estrellas. La expedición de Sobral obtuvo 8 imágenes de una calidad aceptable, y 18 más de poca calidad. Pero … ¿qué resultados se obtuvieron? Cómo se hizo el análisis? Esta es la parte menos conocida de la historia. Y también la más interesante.
Einstein había predicho una desviación de la luz de 1,7 segundos de arco y Newton una de 0,8. La media de las medidas hechas con las dos fotografías borrosas de Príncipe resultó en una desviación de 1,62 segundos. La de 8 fotografías aceptables de Sobral era de 1,98 segundos, y la de las otras 18, de poca calidad, de 0,86 segundos.
«Sólo a partir de los datos es muy difícil llegar a la conclusión a que se llegó«, apunta Xavier Roqué, físico y doctor en historia de la ciencia de la Universidad Autónoma de Barcelona. Porque Eddington consideró que las 8 fotografías buenas de Sobral (1,98 «), combinadas con las dos malas de Príncipe (1,62»), permitían validar la predicción de Einstein. El astrónomo británico, sin embargo, no tuvo en cuenta las otras 18 fotografías de Sobral (0,86 «), que daban un resultado más cercano a la predicción newtoniana. El porqué de esta elección es aún motivo de debate.
Eddington aducía un error sistemático en las medidas descartadas que no está muy justificado. También hay que tener en cuenta, sin embargo, que era un cuáquero pacifista y objetor de conciencia a quien, después de la Primera Guerra Mundial, le interesaba mucho que un británico confirmara la teoría de un científico pacifista de origen alemán, de modo que, decía, «al verificar la teoría del enemigo, mantengamos vivas las tradiciones más sublimes de la ciencia».
La poética de la luz
Antes del eclipse, la relatividad general ya apuntaba maneras. Después de años de trabajo, Einstein había conseguido explicar en un momento de pura epifanía una anomalía en la órbita de Mercurio que la teoría de Newton no podía predecir, un hallazgo que tuvo una poca repercusión sorprendente. Según Roqué, «la curvatura de la luz tiene una poética que es fundamental para explicar el eco de las medidas del eclipse y la eclosión mediática de Einstein«. No fue hasta después de la Segunda Guerra Mundial, sin embargo, con los ensayos de la Guerra Fría y la carrera espacial, que la teoría se comprobó con rigor. De hecho, cuando Einstein ganó el premio Nobel de física en 1921, fue por el trabajo sobre el efecto fotoeléctrico y no por la relatividad, que la Academia Sueca consideró poco validada.
La relatividad es una sinfonía intelectual de una belleza difícilmente comparable a cualquier otra creación humana que se ha erigido en la mejor manera que tenemos de entender la gravedad. Un análisis cuidadoso, sin embargo, indica que las medidas del eclipse de 1919 no proporcionaban una confirmación bastante rigurosa.